Notas sincopadas



Publicado en 7ka, Gara. 21/09/14

Hay de todo, oiga: ritmos, melodías, ruidos, desconciertos… En ocasiones un repaso a la actualidad cultural se convierte en un baile espasmódico, en el contrapunto del contrapunto. Las exposiciones, eventos, citas y festivales son notas sincopadas a las que buscamos un orden imposible, una armonía poco probable. Se trata entonces de disfrutar de la variedad y de la diferencia.

La exposición que presenta Pablo Valbuena, “The Remains ofTime”, “lo que queda del tiempo”, en Koldo Mitxelena Kulturunea (hasta el 25 de Octubre) tiene un timbre frío y penetrante, pero sobre todo tiene resonancia. No en vano Valbuena es arquitecto y hace de la sala y de sus diferentes espacios, de su recorridos y recovecos, el verdadero soporte para su propuesta. El trabajo de este artista, especialmente reconocido últimamente por sus trabajos de “mapping”, la técnica consistente en crear imágenes que se proyectan sobre objetos tridimensionales y construcciones arquitectónicas, nos propone para la sala donostiarra una inmersión mucho más geométrica, más parca y murmurante. Al huir de la espectacularidad de otros proyectos, las diferentes intervenciones en los espacios del KM cobran sentido en el conjunto de la muestra e inciden en diferentes niveles de percepción.
La obra central: “Q-tiling”, compuesta por una serie de cuatrocientas baldosas Tiling (formadas por dos triángulos equiláteros, uno en blanco y negro el otro), es una invitación al constante cambio. Esta formación puede llegar a generar 25.600 millones de posibilidades formales y cada día, a las cinco de la tarde, la disposición de esta pieza cambia para que el público pueda ver en directo la transformación; cambia la exposición, el murmullo se hace melodía y resuena la posibilidad de lo mudable como motor de pensamiento.

La artista Ana Laura Aláez (Bilbao, 1964) declaraba recientemente en una entrevista publicada por la revista londinense Paradoxa. International Feminist Art Journal: "En mi propio contexto social se me consideraba una impostora porque no reflejaba la realidad que se me imponía rígidamente por mi condición de clase, de género y de lugar, sino que transformaba mi experiencia en símbolos. Desde ese momento, eso que para los demás era impostura, para mi se convirtió en arte".

Aláez expone desde el once de septiembre en la Galería Moisés Pérez de Albéniz, de Madrid bajo el título “Impostura”; una muestra que parece marcar una nueva etapa en la trayectoria de una de las artistas que marcaron con mayor fuerza la producción artística del cambio de siglo. Esa “impostura” que sin duda le otorgaba una característica diferencial, y que obedecía a las sonidos saturados de su época, parece volver ahora con otros acordes. Su trabajo de raíz escultórica se ha expandido en escritos, dibujos y grabados. En las fotos de sus performances resuenan las referencias a autoras como Hanna Wilke y late en ellos toda una tradición de mujeres artistas que han tenido en su propio cuerpo el campo de batalla de su lucha; una lucha que hacía indivisible el ámbito del arte del ámbito de lo social.

La geometría móvil de Valbuena y la impostura como afirmación artística de Aláez son solo dos notas sincopadas de una panorámica artística que busca una pauta imposible. Menos mal que la producción de subjetividad del arte está ahí para luchar contra lo previsible.

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