Publicado en Kultura, Gara 05/09/12
Se llama spam o correo basura a los mensajes no solicitados,
no deseados o de remitente no conocido que perjudican de algún modo al
receptor. La palabra spam proviene de la Segunda Guerra Mundial cuando los
familiares de los soldados les enviaban comida enlatada. La más popular fue una
carne enlatada fabricada por una empresa charcutera estadounidense llamada
Hormel's Spiced Ham. El spam (de la contracción de "Spiced Ham") fue
el alimento de los soldados y desde 1957 fue comercializado en nuevos envases
que ahorraban al consumidor el uso del abrelatas. (Wikipedia es una lata de
sorpresas).
El spam que nosotros conocemos también tiene algo de
carnaza. Más allá de los mensajes basura que aparecen en nuestros buzones
analógicos y digitales, el spam se apodera irrefrenablemente de nuestro
imaginario, alimentando con productos no deseados ni deseables ese maltrecho
cerebro que un día fue sensible. Pero no parece haber respuesta ante el
conflicto entre la estandarización y el control psicosocial de una concepción mercantilista
de la cultura y las posibilidades liberadoras del trabajo artístico. Solo el
silencio y la apatía. Las acciones que realmente encaran este conflicto en el
que la cultura se hace resistente, pasan por ser anecdóticas y tachadas de
“elitistas”. Así, lo popular es asimilado como “democrático”; el éxito se
cuantifica en términos de rentabilidad económica y de número de visitantes, y
la calidad deviene en espectáculo y arrogancia. Festivales de todo y producción
de nada, celebración de la nada y ceremonia del sinsentido. Spam por todas
partes que además nos sale ahora más caro, porque nos ahorran el uso de
abrelatas. Va directo al hipotálamo.
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