“Instalaciones II. Video en las colecciones Guggenheim”

Publicado en Mugalari, Gara 20/03/09

La exposición que presenta el Museo Guggenheim “pone de manifiesto la vitalidad del video como forma de expresión artística” a través de diferentes propuestas, pero su verdadero interés radica en la imposibilidad de dar por zanjado el debate sobre el modo en el que el audiovisual ha de integrarse en los formatos expositivos vigentes.


--oOo--

Tenemos la suerte de que el acorazado Guggenheim, varado en la Ría e imperturbable ante los agitados movimientos que tuvieron lugar en su puente de mando, nos proporciona un reporte actualizado de los procesos de homologación que tienen lugar en la institución artística internacional. Lo que allí se muestra y el cómo se muestra supone, de facto, su asimilación por parte del circuito mundializado y su deglución en forma de mainstream, de modo que sus efectos resuenan inmediatamente en segmentos muy diferentes del campo artístico. Y lo que resuena en esta exposición es sobre todo el hecho de que la producción audiovisual y el formato expositivo tal como lo conocemos, siguen buscando una sintaxis compartida del dispositivo espacial “institucional”, y que más allá de las soluciones, que llegan con mayor o menor acierto según el caso, ello supone en sí mismo toda una vía para la exploración de nuevos lenguajes artísticos. Precisamente por ello, lo más satisfactorio de la muestra es que ésta problemática puede ser también “mostrada”, puede ser observada como punto de inflexión o como momento álgido de un debate que ha pasado de ser actual a ser crónico. Probablemente éste interés que nosotros vemos “proyectado” en el conjunto de la muestra haya sido integrado en el planteamiento expositivo de fondo utilizado por Nat Trotman, comisario de la muestra, haciéndose así comprensible la aparente fragilidad que presenta la muestra como conjunto.
La actual muestra “Instalaciones II. Video en las colecciones Guggenheim”, si bien es una segunda entrega de la revisión de las instalaciones del museo americano, conecta de modo más natural, desde este punto de vista, con “Imágenes en movimiento”, que pudo verse en 2003, o con algunos momentos y piezas concretas de exposiciones colectivas que han podido verse en este museo y que han llevado pegado el asunto de “¿cómo se expone esto?”.

Cine de exposición.
Planteada pues desde el punto de vista de la instalación, la muestra no puede inhibirse de los condicionantes que existen en el tránsito del “cubo blanco” a “la caja negra”, o lo que es lo mismo, de la neutralidad espacial que ha dominado en la práctica de la instalación al oscurecimiento espectacular que parece, todavía, inherente a la exposición de videos. Y en la medida que este camino tiene retorno (de la caja al cubo; de la oscuridad a la luz), se hace aún más compleja y sugerente su problemática, que sin duda nos llevaría a ahondar en las distintas configuraciones imagen - tiempo que ha proporcionado el cine de vanguardia, experimental, y el video-arte, así como a buscar desde un perspectiva crítica el modo en que se ha venido dando la construcción de los públicos en relación al audiovisual. Aspectos todos ellos que siempre acaban llegando al rompeolas del audiovisual expandido, como es el caso.
Pero si se trata de centrar en la medida de lo posible este intento de crónica, parece necesario traer hasta aquí la idea planteada por Jean Christophe Royoux en su texto “Por un cine de exposición”, y que sitúa en “la convergencia del cine y las artes plásticas la configuración de un espacio de representación que transforme radicalmente las condiciones de enunciación de la imagen”, algo que se hace patente en esta muestra. Porque se diría que en la presente exposición podemos acercarnos al modo en que cada video busca su inserción, su particular modo de acceder a esa transformación de las condiciones de enunciación de las que habla Royoux, haciéndonos ver el término “instalación” como algo forzado o pareciendo forzada en ocasiones la formalización de algunas de estas piezas como instalación. Y esto sucede simplemente por la entidad que tienen todas ellas como piezas de video.

Las obras...
En “Zidane, a 21st century portrait” (Zidane, un retrato del siglo XXI) (2006), Douglas Gordon y Philippe Parreno hacen un retrato cinematográfico del futbolista Zinédine Zidane en tiempo real durante un único partido, que se muestra en esta ocasión en dos pantallas (¿será para que pueda llamarse instalación?). La fuerza de esta pieza radica en la realización, en la edición, en una genial “interpretación” y en una sobrecogedora banda sonora de los escoceses Mogwai. El video, cuya contemporaneidad le otorga ya el marchamo de ineludible obra de arte, puede verse en el cine, se vende en DVD, y si se integra en las exposiciones lo hace avalado por su calidad, al margen del formato que pueda asumir según las circunstancias.
Algo más complejo es, por ejemplo, el caso de la pieza de Ryan Trecartin, “I-Be Area” (Yo ser área) (2007). La complejidad del guión, de montaje, de los personajes y de la lectura entre líneas que ha de hacerse a cada paso, nos sitúa ante un video desconcertante, pero que adquiere consistencia en su propia insistencia y en su chirriante puesta en escena. En esta pieza, la idea de instalación resulta ser un aditivo superfluo ante la fuerza y la audacia que muestra en el uso de las herramientas narrativas audiovisuales.
Más justificado está el término “instalación” en la obra de Mika Rottenberg, Dough (Masa) (2006), en donde el cubículo diseñado para el visionado de la pieza es una prolongación del asfixiante espacio en el que tiene lugar la acción del video.
“Paradise Omeros” (2002), de Isaac Julián, “Link” (1995-2000) de Mariko Mori, “The Doppelganger Trilogy” (2001-04), de Slater Bradley y “Whose Utopia” (2006), de Cao Fei, completan la muestra, evidenciando las diversas tensiones que surgen entre espacios, tiempos e imágenes.

No hay comentarios: