Verano. Cine de exterior


Verano. Cine de exterior.
En los cines de verano no hay acomodadores. Y si los hay no responden a ese calificativo. A cielo abierto, el cine es un arte liberado de su confinamiento institucional. Una proyección en el espacio público o en un entorno natural retuerce los mecanismos más íntimos del cinematógrafo, el de su encapsulamiento sensorial, el de la inmersión disciplinaria. El cine tomó las plazas y se subió al tren con las producciones militantes; intentó circular por las avenidas urbanas de la mano de la vanguardia y planificó fugas (hasta convertirlas en películas). Pero la huida del cine hacia nuevos territorios de relación solo fue posible de la mano de su desarrollo tecnológico y no tanto como arte potencialmente expansivo. El cine intentó la evasión de la evasión, esto es, evadirse de aquello que lo convertía en mero entretenimiento, pero nunca llegó a ser un arte del espacio público salvo cuando el arte y el espacio público, en su irreductible sentido político, le reclamaron como inspiración, como dispositivo o como arma.
Los acomodadores de un cine de verano político o de un cine político de verano, llevan, además de linternas, octavillas y pasquines. Son “incomodadores” que trabajan al servicio de un arte que ha huido de su hornacina.
Frase final:
-Al desaparecer toda luz aparece el "Cine del afuera"-.

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