Publicado en 7ka 29/11/15
“Cuando algo se convierte en norma, me molesta”.
Así respondía Gao Xingjian (Jangsu,
China, 1940), cuando se le preguntaba por su estilo. Quizá por ello, este
escritor, pintor y dramaturgo chino no admite una clasificación, una norma que
encasille su trabajo creativo. El primer escritor en
lengua china galardonado con el Nobel de literatura (2000), presenta en la Sala Kubo de Donostia su faceta de
pintor, una vocación que siempre le ha acompañado, especialmente desde que en
1987 abandonó China y se convirtió en refugiado político en París. “Llamada a un Renacimiento”, reúne una selección de obras realizadas entre 1998 y 2013. La obra
pictórica de Gao Xingjian nace de una personal fusión de las culturas de
Oriente y Occidente, en la que predomina el uso de materiales de tradición
china como el papel de arroz, las tintas y los pinceles del pelo natural, pero
que se conjuga con una técnica moderna, de actitud física, de indagación en lo
matérico y de cierta autonomía del lenguaje pictórico.
Sus pinturas nacen de la complejidad de la
existencia, del desasosiego, la soledad y la espiritualidad, pero sobre todo de
la imposibilidad de su enunciación. La muestra acoge además el tercer film
dirigido por el artista “Le Deuil de la
Beaute” (Luto por la belleza), así como una selección de fotografías
relacionadas con su película. No hay normas en esta propuesta de gran peso
literario, en el que el pincel redacta una narrativa plástica de enorme carga
dramática. No hay más norma que su exposición.
Pero lo que realmente resulta interesante es cómo
la idea de “norma” funciona como acicate en la creación cultural, en la
producción artística. La norma es la que desata la rebeldía, la que mece la
vanguardia, la que alienta la promiscuidad. La norma resulta ser la gran
inspiración del arte de nuestro tiempo porque su reverso es siempre sugerente.
Artium de
Gasteiz presenta “Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo”, pero según sus responsables “más
que una exposición histórica, el propósito del proyecto es localizar cómo en el
arte contemporáneo el punk ha dejado un rastro. Se trata de corroborar una
intuición: que más allá de las divisiones que se puedan establecer entre
artistas y tendencias, hay un ruido rabioso que une a muchos creadores.” A
partir de este presupuesto la exposición rastrea actitudes que en muchos casos
provienen de movimientos precursores como el dadaísmo o el situacionismo. De
alguna manera, y aunque la muestra se empeñe en mostrar que los ecos de la
actitud punk siguen vivos, lo que realmente se aprecia es la gran satisfacción
que nos producen los motivos de insatisfacción que mueven las obras; lo que se
aprecia es el enorme conformismo de nuestro tiempo al admitir el inconformismo
como forma estética; y lo que se desprende finalmente es que la pérdida de fe
en el progreso o la crítica feroz a los iconos del sistema económico y social
siguen siendo vigentes. Pero en el museo.
Sabíamos del riesgo de una muestra de estas
características, que se aguanta de forma especial en la nómina de artistas y en
algunas de las piezas, por lo que su gran aportación no puede ser otra que
promover cierto rechazo ante la norma que supone la exposición. Un rechazo
sincero, eso sí, en coherencia con el sentido de la muestra, que nos interpela
directamente sobre cuáles deben ser las formas de disidencia dentro y fuera del
museo a día de hoy.
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