Publicado en 7ka, 25/10/15
En los tiempos del selfie y de las fotos compartidas, siempre intentamos mostrar la mejor de nuestras sonrisas. Pero esto no ha sido siempre así. La historia del arte nos dice que la representación de la risa no se generalizó hasta el siglo XVIII. Hasta ese momento predominaba la idea de que la mejor forma de mostrar la personalidad de alguien era representarlo en equilibrio, sin muestras de alegría, enfado o resignación, ya que con ello el artista representaba la emoción pasajera pero no la esencia de la persona. Mostrar los dientes tenía connotaciones negativas, los únicos que aparecían con los labios separados eran los locos, consumidos por la pasión; los niños, todavía sin uso de razón; los actores representando un papel o las prostitutas.
Con las vanguardias, la complejidad del arte es capaz de abordar temas como
la ironía o el absurdo y es entonces cuando el humor o la risa se muestran ya de
un modo natural. La sonrisa se convierte en la expresión de la complicidad y en
el visado necesario para acceder a las nuevas formas de crítica social, de
inconformismo, de voluntario desatino o de manifiesta bellaquería.
Artium de Gasteiz presenta La trampa en la sonrisa (hasta el 4 de septiembre de 2016 ¡!), una nueva presentación de la Colección Artium que revisa la utilización del humor y la ironía por los artistas actuales como mecanismo de análisis de la realidad social y cultural. Alrededor de un centenar de obras proponen al visitante la desmitificación de las convenciones sobre la realidad a través del guiño intelectual, el sarcasmo o la sátira.
Las risas, las bocas, son las protagonistas del primer grupo de trabajos, risas de bufón, de loco, la risa como expresión primaria que pone en solfa los acuerdos asumidos por el buen gusto. Así lo muestran Georges Maciunas, Joan Miró o Vicente Ameztoy. El humor absurdo protagoniza un segundo ámbito, en el que se encuentran obras de Juan Pérez Agirregoikoa, Fernando y Vicente Roscubas, o Wilfredo Prieto. Un tercer espacio está dedicado a lo grotesco, el artista como provocador queda ejemplificado en los trabajos de José Félix González Placer, Juan Hidalgo o Alfredo Álvarez Plágaro. En un cuarto apartado vemos que el artista es capaz de reírse de sí mismo, de parodiar la cultura contemporánea, de revisar críticamente el propio sistema del arte...
Una última estación recibe al visitante con revistas satíricas y con las obras de Maider López, Equipo Crónica, Karmelo Bermejo y Dan Perjovschi. Arte y sonrisa, pareja de hecho.
Artium de Gasteiz presenta La trampa en la sonrisa (hasta el 4 de septiembre de 2016 ¡!), una nueva presentación de la Colección Artium que revisa la utilización del humor y la ironía por los artistas actuales como mecanismo de análisis de la realidad social y cultural. Alrededor de un centenar de obras proponen al visitante la desmitificación de las convenciones sobre la realidad a través del guiño intelectual, el sarcasmo o la sátira.
Las risas, las bocas, son las protagonistas del primer grupo de trabajos, risas de bufón, de loco, la risa como expresión primaria que pone en solfa los acuerdos asumidos por el buen gusto. Así lo muestran Georges Maciunas, Joan Miró o Vicente Ameztoy. El humor absurdo protagoniza un segundo ámbito, en el que se encuentran obras de Juan Pérez Agirregoikoa, Fernando y Vicente Roscubas, o Wilfredo Prieto. Un tercer espacio está dedicado a lo grotesco, el artista como provocador queda ejemplificado en los trabajos de José Félix González Placer, Juan Hidalgo o Alfredo Álvarez Plágaro. En un cuarto apartado vemos que el artista es capaz de reírse de sí mismo, de parodiar la cultura contemporánea, de revisar críticamente el propio sistema del arte...
Una última estación recibe al visitante con revistas satíricas y con las obras de Maider López, Equipo Crónica, Karmelo Bermejo y Dan Perjovschi. Arte y sonrisa, pareja de hecho.
La exposición “Muro de Maravillas”, de Charo Garaigorta en La Taller, de Bilbo (hasta el 23 de Diciembre), también suscita una sonrisa de satisfacción. El despliegue de sus dibujos funciona de una manera orgánica, amable. Este “muro” se compone de dibujos, collages y textos, y sigue un proceso que se divide en dos fases: “Promesa” y “Twist”. Un proceso, por cierto, descrito con un rigor metodológico que se agradece. A partir del análisis de ciertos edificios del Este de Europa, la autora compone, edita y da forma a un tapiz (un muro), en el que crece la abstracción, en el que la sugerencia de formas y composiciones, de veladuras y destellos puntuales de color, sirve a la autora para concebir, hacer visible e integrar en la vida cotidiana ciertos malestares derivados del extrañamiento y de la consiguiente dificultad para su enunciado.
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