La muestra Mapamundistas 2014, que se ha venido celebrando en distintas sedes: Iruñea, Tutera, Bilbo, Pau y Orthez, aborda el tema de los mapas y se interesa por la relación que los individuos mantienen tanto con el territorio, a través de la experiencia física, como con su representación, mediante la exploración mental o virtual de los mapas y las cartografías. El artista Benoît Broisat (Bonneville, Francia, 1980) presenta en la sala Rekalde de Bilbo la exposición Le musée imaginaire, hasta el 23 de noviembre en el marco de este amplio proyecto expositivo, que cuenta con el apoyo del Instituto Francés de Bilbao para esta muestra en concreto.
Broisat toma prestado el título del famoso texto de André Malraux para estudiar
la huella que dejan en el imaginario colectivo las obras de arte “universales”.
La reflexión es interesante por cuanto propone en cierto modo un comisariado
interior, subjetivo, específico e intransferible de aquellas imágenes (más que
obras) que cada uno toma para su propio museo imaginario.
La idea de mapa, así como la propia idea de museo participan de ese eterno
retorno de temas, inquietudes y ansiedades de las que se sirve el arte para remover
sus entrañas, para producir nuevas situaciones creativas y analizar su lugar en
la sociedad contemporánea.
Remover las entrañas del museo es también una práctica curatorial cuando lo
que se diagnostica y se trata es una colección. La colección del museo Artium
ha sido ya ampliamente operada y mostrada. Cuando todavía recordamos la
abigarrada versión que hacía de ella el artista Juan Luis Moraza en la
exposición titulada “Tesoro público”, llega esta otra mirada diáfana y sobria,
comisariada por Daniel Castillejo y titulada El
desarreglo. El curioso caso del arte despeinado (hasta 2015). La
muestra tiene una “baja densidad” de obras que se explica por el gran formato
de algunas de ellas y por el intento de adentrar al visitante en un inmenso mar
en el que unos cuantos objetos aparecen dispuestos a hablar y a ser
interpelados.
La exposición se articula a partir de dos obras. Por un lado, la monumental
obra del artista catalán Perejaume, Cambra-cambril,
una pieza cilíndrica de casi siete metros de altura que Perejaume construyó
sobre la cima rocosa de un monte en el parque natural de Urkiola y que trasladó
luego a la sala de exposición.
Por otro lado, la instalación realizada por el dúo CVA (Juan Luis Moraza y
Marisa Fernández) en 1982 (P) Punto de
vista, integrada por una innumerable cantidad de fragmentos de marcos de
distinta forma y dimensión. Dos puntos de vista, dos faros para una deriva por
la gran sala del museo.
Precisamente la obra de Juan Luis Moraza (Gasteiz, 1960) llega al Museo
Reina Sofía de Madrid como una de las exposiciones más esperadas (hasta marzo
de 2015). La figura de Moraza es imprescindible desde los años 80 y su
producción actual tanto teórica como artística sigue siendo referencial. El
título, conciso y en minúsculas: república,
se refiere según el autor a la noción de lo común, a “modelos estructurales no
centralizados, a modelos de complejidad”, y a las dimensiones pública e íntima que provoca, “entrelazando ética y estética”. Sin tener un carácter
retrospectivo, la exposición se adentra en las entrañas de la producción de
este autor y revisa cómo toda su trayectoria conceptual se ha ido acercando
críticamente a cuestiones como la representación, el museo o la economía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario