Publicado en Mugalari, Gara 07/05/10
Cuando P.D.F. se cuestionaba el disfrute de algunos aspectos relacionados con su práctica artística, como cierto regodeo en los preceptos del color o de las formas, o cuando hallaba licencia poética en la sintaxis de las imágenes, no hacía otra cosa que afrontar lo específico de su actividad.
Sabía que partía de una situación de excepcionalidad, la artística, que le permitía trabajar con privilegios para descomponer y voltear significados y para traer hasta el momento presente lo que estaba aún por resolver. Fue en esta situación de excepción, que se le antojaba incómoda y arrogante, donde advirtió el principal motivo para abandonar su labor.
Como pasado el tiempo no conseguía resolver las dudas sobre los aspectos centrales de una práctica que pretendiéndolo todo sólo llegaba a lo ridículo a través de la autocomplacencia, y a la vista de que esta circunstancia se instalaba progresivamente en su perspectiva artística, decidió cambiar de bando.
P.D.F. abordó entonces un ejercicio demoledor, consistente en aplicar una desconfianza sistemática sobre todo lo proveniente del ámbito artístico, ese espacio al que anteriormente había entregado su atrevimiento. Así, la susceptibilidad sobre todo aquello que pudiera manifestársele como solución formal, sobre todo lo que significara sensibilidad creativa o mero placer estético, le llevo a territorios desconocidos que resultaron ser igualmente atrayentes, y que para su sorpresa le dispensaron un disfrute similar al que había intentado dejar atrás.
Ante esta situación, una especie de bucle en el que el compromiso tenía poco que decir y la voluntad poco que ofrecer, P.D.F. decidió no caer en la trampa de la equidistancia, ni en la inhibición, ni en la huída, ni en los arrepentimientos dolorosos, para poder así comenzar una y otra vez por el disfrute y acabar siempre con él, de modo que pudiera identificar definitivamente actitud y proyecto personal.
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