Categorías


La sagrada familia, del Greco, camino del exilio.
Publicado en 7ka, 22/02/15 

Dicen que hay dos grandes grupos de artistas: los que trabajan sobre la vida y los que trabajan sobre el arte. No cabe duda que la sentencia lleva incorporado un mecanismo de autodestrucción, se trata de una frase kamikaze que sirve para comenzar una conversación o un texto, pero que sucumbe inmediatamente ante la complejidad específica del arte. Dicen que Goya y Van Gogh, por ejemplo, trabajaban más sobre la vida que Mondrian o Duchamp, que lo hacían más sobre el arte, pero todos sabemos que las cosas se mezclan, que el método más rígido puede obedecer al dictado de una sensibilidad desbocada y que la pulsión creativa puede tener la rigurosidad de una investigación pseudocientífica. No hay dos grupos de artistas, pero nos viene bien estas categorías para buscar clasificaciones, rangos, desviaciones, excepciones y mezcolanzas, y así, vamos conociendo cómo la personalidad de los artistas se vincula a su producción de las maneras más insospechadas. No hay dos grupos de artistas, hay artistas, obras y vías de trabajo. Pero sobre todo existe la necesidad de encontrar herramientas para entender lo que supone la práctica artística actual.

Supongamos que encontramos en la figura de Gustavo Adolfo Almarcha (Miranda de Ebro, 1953), esa categoría vinculada a los artistas que trabajan sobre la vida. No estaríamos desencaminados. La exposición que presenta este autor en el Centro Cultural Montehermoso de Gasteiz hasta el 1 de marzo titulada “Hard”, muestra la tensión expresionista propia de una pintura íntimamente ligada a la experiencia personal. Gritos, tristezas, furias, vísceras, mutilaciones, pero sobre todo seres humanos que habitan en la perplejidad ante la existencia. El inicio de la muestra lo marca un retrato realizado por Alejandro Almarcha, padre del autor, en el que presenta a su hijo, todavía niño, posando con un par de marionetas en las manos. Pero Iñaki Larrimbe, comisario de la exposición, rompe pronto todo orden cronológico y establece un hilo conductor basado en la característica ardiente e impulsiva de la obra.

Supongamos que encontramos en el trabajo de Fermín Jiménez Landa (Iruñea, 1979), una característica radicalmente contemporánea, hábil en la vinculación que establece entre lo vital y el dispositivo artístico, en la manera de mostrar, de modular y de hacer pensar. Diestro con las herramientas propias del arte actual, Jiménez Landa expone en Artium de Gasteiz (hasta mayo), “Turno de noche”, una serie de proyectos que le permite contemplar “el mundo desde un punto de vista equidistante entre lo absurdo y lo sensato, lo familiar y lo iconoclasta, lo empírico y lo inverificable”. Cuestiones como el sentido del humor, el interés por aquellos procesos de final dudoso, el ensayo imposible, lo inmaterial, son tratadas por el autor a través de un trabajo que habla, además, de arte.

No se trata aquí de contraponer obras y autores, ni siquiera de analizar cuotas o porcentajes de una y otra categoría en cada una de sus propuestas. Se trata precisamente de utilizar la sentencia con la que comenzábamos esta Panoramika para verificar cómo se desbarata según corre el texto, porque en ambos trabajos se habla de vida y en ambas exposiciones se habla de arte. Admitamos pues que las categorías en el arte son eficaces cuando, llevadas al extremo, se convierten en pre-textos.

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