Publicado en Kultura, Gara 17/10/12
Otoño. Los fardos de paja que aparecen por esta época en los prados formando cúmulos se asemejan a edificios cúbicos surgidos inopinadamente. Como grandes esculturas de eco minimalista ocupan el espacio abierto con toda naturalidad, se trata de arquitectura transitoria y variable. Nubes oscuras. En una segunda mirada vemos estos cúmulos como formas intrigantes, como apariciones; ahora nos parecen instalaciones artísticas que ocupan los campos y, por extensión, el campo expandido de la escultura. Cambia el viento. Sigue adelante nuestra mirada fantasiosa y afectada por el glaucoma del arte, del que no podemos librarnos, para ver ahora en estas construcciones todo tipo de simbologías, alegorías y nuevas imágenes. Estos grandes bloques son como castillos sólidos, como fortalezas de paja que se organizan en una red de nuevos enclaves, nuevas demarcaciones del territorio. Primeras gotas. Lluvia. La retórica se dispara sin control y nos lleva a dar continuidad a esta hipótesis en la que el edificio del poder, el castillo, es una construcción de presencia monumental, pero de frágiles cimientos; formidable pero inconsistente. Su forma nos produce respeto y a la vez nos atrae, pero es imposible habitarla, es una imagen.
Sabemos que el castillo acabará siendo forraje y cama para el ganado y que será desmenuzado con facilidad con la ayuda de un simple bieldo (sardea), a poco que el invierno se eche encima. Tormenta. La paja mojada no arde, los castillos de nuestro tiempo tampoco arden como ardían en otras épocas, pero las herramientas del campo se afilan de cara al duro invierno.
La foto está prestada de aquí.
1 comentario:
Yo recuerdo a los tres cerditos y que a la paja se la lleva el viento. Castillos en el aire.
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